En El camino no elegido, Robert Frost habla de la tendencia humana a autoengrandecerse.
Al llegar a una bifurcación, el narrador no sabe qué camino tomar. Desea diferenciar las dos opciones, pero termina admitiendo que los dos caminos parecen igual de justos, honestos y transitados.
Más tarde, cuando el narrador anciano haga memoria, probablemente contará su historia y asegurará que valientemente escogió la ruta menos ortodoxa, el camino menos transitado. Pero esta afirmación será falsa.
Cualquier hombre gusta de autoengrandecerse y se reconforta contemplando la vida como una serie de elecciones conscientes y basadas en el discernir entre alternativas buenas y malas. Pero en realidad, no tenemos forma de saber cuál es el mejor camino. Nuestras decisiones son a menudo aleatorias y carentes de base.
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