viernes, 22 de abril de 2011

Las agujetas, un aliado necesario

Las agujetas siempre aparecen en las primeras sesiones de entrenamiento. Aunque no impiden volver a entrenar, en muchas ocasiones sí resultan molestas e incluso dolorosas. ¿Qué hacer cuando tenemos agujetas? ¿Esperamos a que desaparezcan? ¿Qué hacemos para eliminarlas?

Las agujetas surgen por la falta de adaptación a un determinado ejercicio. El músculo no está habituado a trabajar en esa angulación o intensidad de trabajo, y los tejidos muscular y conectivo sufren alteraciones estructurales a modo de micorroturas. A este efecto se le suman los metabolitos de desechos fisiológicos, como el ácido láctico, que quedan almacenados durante un tiempo en el tejido muscular.

El organismo solo necesita unos días para reparar y limpiar el tejido muscular, por lo que las agujetas suelen desaparecer a los pocos días. Si repetimos el entrenamiento, el organismo se adapta y termina siendo más eficiente. Al poco tiempo, ya no se producirán esas pequeñas roturas tisulares y los productos de desecho se eliminarán rápidamente.

Resulta casi imposible evitar que las agujetas aparezcan en mayor o menor grado. Es más, tener agujetas es indicativo de que nuestro entrenamiento ha sido eficaz, ya que esto implica nuevas adaptaciones y mejoras en el rendimiento.

Es importante tener en cuenta que el pico de dolor aparece a las 48 horas, por lo que debemos ser prudentes y esperar hasta ver el efecto del entrenamiento. Si a las 48 horas no tenemos muchas agujetas, podremos incrementar la carga de trabajo progresivamente.

Entrenar con agujetas es la única forma de reducirlas, aunque no debemos hacer esto el día de máximo dolor. En cuanto comience a remitir, podemos empezar de nuevo sin aplicar cargas elevadas. Es preferible realizar una sesión suave a no hacer nada. Esto es debido a que la actividad física provoca un aumento del riego sanguíneo, que aportará nutrientes y limpiará los tejidos de productos de desechos.

miércoles, 13 de abril de 2011

Sentido del humor

"Creo firmemente que no se puede tratar con las cosas más serias de este mundo a menos que uno comprenda las más divertidas."
Winston Churchill, 1874-1965

Es imposible enfadarse y reírse al mismo tiempo. La rabia y la risa se excluyen mutuamente, y podemos decidirnos por cualquiera de las dos. Que escojas la rabia o la risa no importa mucho, salvo que la primera colmará tus momentos presentes de tristeza y la segunda de alegría.

Tal vez la característica más acusada de la gente sana es un sentido del humor sin hostilidad. Un excelente remedio para la ira es ayudar a los demás a elegir la risa y aprender uno mismo a echarse para atrás y observar la incongruencia de casi todas las situaciones de la vida.

¿Tan en serio nos tomamos a nosotros mismos que no podemos darnos cuenta de lo absurdo que es afrontar algo de forma tan solemne? No reírse es un indicativo patológico. Cuando empecemos a ponermos demasiado serios y sensatos, debemos recordar que no tenemos más tiempo que éste. ¿Qué obtenemos desperdiciando el presente estando enfadados?